Con esta triste soledad me atrevo a escribirte por última vez
para despedirme, ya que me he resignado a amarte, resignado a escuchar tu voz,
resignado a tu dulce mirada y a tu encantadora sonrisa que me paraliza.
Que difícil es ya no tenerte más junto a mí. Aunque ya no te
tenga ni podamos estar juntos sigo amándote y difícilmente creo que tu me sigas
amando con esta intensidad, sigo esperando que algún día nuestro amor pueda continuar…
Pero en el fondo se que esto no pasará.
Los recuerdos vivirán siempre en mi, cuidándolos de una
manera muy especial siendo lo más sagrado que tengo.
Espero que cuando escuches mi nombre, a tu mente no llegue
un sentimiento de odio y rencor, si no una sensación de alegría, de buenos
recuerdos, de que alguna vez una persona con ese mismo nombre te hizo pasar por
momentos hermosos y cautivadores. Y cuando ese momento llegue, aunque no lo
sepa, me sentiré plena y llena de felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario