lunes, 19 de noviembre de 2012

Carta a Abelardo.


Agosto 3 2012.
Abelardo, te escribo esta mi única carta para hoy, por fin liberarme. Es que ya no puedo más, mis miedos y temores crecen cada noche. El sonar de una canción, las palabras de un poema, las muestras de afecto en la calle son todo un martirio para mí.
Es que sin ti yo ya no soy. No soy porque lo que era contigo me daba alegría y color. Encendías mis tardes aunque el cielo estuviera oscuro, aun cuando llovía y llagabas tarde a nuestros encuentros. Siete meses me duro mi alegría Abelardo, y todo termino en una sola noche. Sé que yo tuve gran culpa pues le entregue mi tiempo a alguien más, se que pude haberte dicho todo lo que me fascina de ti, tus brazos, tu espalda, cabello rizado. Me fascinaba tu abrazo a tu llegada y tus ojos tristes al despedirnos.
Si supieras Abelardo, que las melodías que yo entonaba en tu presencia iban dirigidas a ti.
Abelardo, esa tarde de agosto cuando tuvimos nuestra última llamada, me di cuenta que tú y tu nombre no salían de mi, tuve que tomar el valor para decirte cada una de las cosas que pasaban por mi mente, Extraño verte sentado en el sofá mas grande, mientras yo solo te veía, y te observaba y me perdía en ti, extraño cuando te quejabas de tu ropa húmeda tras haber caminado bajo la lluvia. Extraño tu voz y tu perfume, extraño tu camisa roja, que se que es tu favorita. Extraño tus manos y tus palabras alentándome a ser mejor, tus palabras de apoyo que se hacían sentir segura.  Extraño cuando bromeabas y preguntabas si de alguien estaba yo enamorada. Mentí, mentí y tal vez si hubiera dicho la verdad, las cosas serian diferentes.
Pero ¿Qué pensarías Abelardo? ¿Cómo reaccionarias? Ay Abelardo, recuerda, como tus ojos y los míos se encontraban, como la llama de una vela podía ser nuestro tema de conversación, como podíamos pasar horas jugando con una hoja de papel.
¡Todo Abelardo, todo era perfecto! Era inigualable.  
                                                 Siempre tuya. Monse

Octubre 31 2012.
Hoy Abelardo te volví a ver. Nos encontramos en el mismo callejón, me viste y te vi, la sangre comenzó a hervirme, no pude respirar, me quede callada pero quería gritarte, correr a tus brazos y decirte lo mucho que te he extrañado. Tú corriste, como si te fuese a hacer daño.
El daño me lo hiciste tu al enamórame a sabiendas de que yo no quería, me llenaste de palabras el corazón.
Desde esa noche Abelardo, que no se de ti.
Desde esa noche Abelardo, no se de mi.




Monserrat Noriega
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1 comentario:

  1. Monserrat... que final... t{u y yo necesitamos platicar del taller de creación al que nunca has ido... que final... no lo sacaste de alguna canción verdad?

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